Andamos por el mundo como si fuéramos sus dueños y resulta que somos okupas agresivos destrozándolo y es que, hemos perdido la sana costumbre de diseñar teniendo en cuenta el entorno. En la Grecia antigua, los edificios se alzaban dependiendo el terreno, se aprovechaban desniveles, zonas con agua y en gran medida se utilizaban materiales colindantes.
Actualmente, y cada vez más, surgen nuevas formas de reutilizar productos o materiales. Pero entonces,
¿Por qué nos obcecamos en utilizar materiales dañinos en vez de usarlos reciclados o/y ecológicos y así, convivir con el medio ambiente de una manera más sana?
Está claro que la ley de la oferta y la demanda tiene mucho que ver, así pues, está en nuestra mano cambiar nuestra forma de interaccionar con el espacio, ser más consecuentes y buscar nuevas maneras de acometer un problema.
Si obviamos el momento reutilizar palets ( por favor, dejar de hacerlo) en el mercado podemos encontrar piel sintética de piña, la cual, poco tiene que envidiar a la piel de animal. Materiales rígidos y estéticamente atractivos hechos con la fécula de patata, cáscaras de frutos secos e incluso con lanas recuperadas y solidificadas para generar superficies.
También existen infinidad de muebles hechos de cartón reciclado, de corcho o de fibras reutilizadas. Incluso productos que nos ayudan en el día a día a reutilizar nuestros desperdicios como este ejemplo para hacer nuestro pequeño huerto en casa.
Y si ya hablamos de arquitectura, ojalá tratar al espacio con la sutileza que lo hace Alvaro Siza en “las piscinas das marés” en Oporto. El diseño está ahí, hace su función, convive y no daña el entorno.